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martes, 8 de febrero de 2022

Lección 47, Octavo Grado, Tercera Orden

 "El Cristianismo original no era una Religión"


Nuestros lectores conocen bien que éste Lugar no es para todo el Mundo; es decir, ponemos el aviso de: 


"Lo que aquí se expone podría ofender o molestar a determinadas sensibilidades"; y sí, en este caso si que nos hacemos plenamente responsables de nuestras palabras.


Puestos los tres rombos,  correspondientes, para que las personas aún sin madurar, se retiren a lugares de juegos más infantiles, procederemos a continuar con nuestro discurso y realizaremos un pequeño test que, a continuación contestaremos por ustedes.


En primer lugar diremos que en el Nuevo Testamento, Libro considerado sagrado por los acólitos de la Religión Cristiana actual, se mencionan dos hechos que se han convertido en los sacramentos fundamentales de las iglesias cristianas, el "Bautismo" y la "Sagrada Cena". 


En realidad, en origen, no se trataba de sacramentos mágicos o teurgicos, si así se prefiere, sino de actos testimoniales, públicos, para mostrar que se era seguidor de la enseñanzas de Jesús, transmitidas por sus discípulos y copiadas, tiempo después, por los padres de la Iglesia.


Creo que tenemos el suficiente y necesario conocimiento de las "Sagradas Escrituras", como para afirmar, con rotundidad, que en la Biblia no se menciona la Palabra Sacramento en modo alguno y que, ni siquiera el Bautismo o la Comunión, podrían considerarse actos de obligado cumplimiento sino de voluntaria manifestación testimonial.


Dicho lo cual, otros sacramentos, aceptados por las diferentes instituciones religiosas cristianas, ni siquiera son mencionados, con la necesaria relevancia, como para tenerlos en consideración y vistos con un temor reverencial. Estos serían la "Confirmación", "El Matrimonio" (Curiosamente sujeto a un posible Divorcio) y la "Extremaunción" (Los santos óleos aplicados a moribundos y difuntos)


Si os paráis a pensar un poco, todos los sacramentos mencionados, incluido el Bautismo y la Comunión, se vienen aplicando, no por un verdadero valor testimonial, que sería lo correcto, sino por un perverso temor a incumplir con un supuesto mandato divino y no conseguir la salvación; dicho de otro modo, alcanzar la perdición eterna y sufrir el terrible castigo de ir al Infierno.


El Cristianismo Original, el predicado por Jesús de Nazaret, alcanzada la Cristificación, que es la misma cosa que el Estado Budico en el Budismo, dice que tan solo la "Fe" en el nombre de Cristo puede salvar al Pecador; es decir, a la consciente Personalidad. El Maestro, Profeta e Iluminado Jesús de Nazaret, vehículo de manifestación de Cristo, siempre hablaba mediante parábolas y nunca dijo que éste, aquel o ese otro sacramento fueran a ser necesarios para alcanzar la Salvación del Alma. Por el contrario, cuando habló en la Sagrada Cena dijo, textualmente: "Haced esto en memoria mía".


Tampoco dijo Jesús que quien no se bautizara con agua iría al Limbo, en el caso de los infantes o al Purgatorio en el caso de los adultos. Él dijo "Aquel que no haya nacido del Agua y del fuego "del Espíritu" no podrá entrar en el Reino de mi Padre "de los Cielos". Esto se toma, por precepto teológico, como la obligatoriedad de haber sido bautizado para poder ser salvo y, también, de ahí surge la anomalía de bautizar a los infantes que aún no tienen algún uso de razón, y se hace por miedo, por temor a las terribles consecuencias de no hacerlo. En realidad es una metáfora de: Primero, haber nacido para éste Mundo, rompiendo aguas, del útero de una Mujer y, después, de ese segundo Nacimiento que supone aceptar por Fe a Cristo nuestro Señor; es decir, el proceso pleno de la Cristificación.


El Cristianismo Original, al igual que el Budismo del Maestro Oriental, Gautama, no era una Religión, sino una Filosofía, un Modo de Vida basado en el Amor y en la Gracia de Dios.


"Amarás a Dios por sobre todas las cosas y al Prójimo como a ti mismo"


Considerando que Dios se encuentra en todas partes, también en nosotros, podríamos afirmar que amándonos a nosotros mismos amamos a Dios y, evidentemente, a nuestro Prójimo. Esto quiere decir que es imposible amar parcialmente y no de forma total. El Amor es algo absoluto y que no admite parcialidades. Cuando se dice, de forma errónea, amo más a mi hijos, a mi esposa o a mis padres que al resto del mundo, estamos hablando de apegos emocionales que nada tienen que ver con el verdadero Amor predicado por Jesús de Nazaret.


La Salvación, se dice por activa y por pasiva, en las Sagradas Escrituras, no es por las Obras; es decir, por cumplir con cualquier tipo de Sacrificio, los sacramentos de las Religiónes, eso es lo que son, sino por la Gracia de Dios y por la Fe, aceptación voluntaria, de aquellos que así lo deseen.


Por lo tanto, mis queridos amigos y amigas, no tengáis temor a perder vuestra salvación por incumplir éste o aquel otro sacramento. El Miedo y el Temor a Dios y a que precipite nuestra supuesta perdición no está justificado con las palabras de Cristo inspiradas a Jesús el Nazareno. Todo es tan simple como el hacernos conscientes de que todos somos salvos por la Gracia de Dios; es decir, por Amor. Ese ser, conscientes, es lo que se denomina como Fe. Que nadie os confunda porque tener Fe no es, en modo alguno, lo mismo que creer en la palabra de un sacerdote, un pastor o un ministro del Señor.


El Sacerdote, el Pastor o el Ministro del Señor son meros humanos, con sus personalidades, que pudieran o no estar inspirados por Cristo-Dios.


En éste sentido, la Fe es algo individual y que no puede ser forzado de forma externa mediante palabras hipnotizantes. Esa Fe puede proceder de haber escuchado la Palabra inspirada por Dios en sus ministros, por la lectura de las sagradas escrituras o por algún otro acontecimiento que haya podido despertar nuestra visión interior. Ese Estado provocado por una Intuición amplificada, que no deja opción a la mínima duda, es la Fe y, ésta, la aceptación de la Dádiva de la Salvación por la Gracia de Dios.


Y cuando hablamos de Salvación no lo hacemos desde un concepto religioso y basado en la sacramentalidad derivada de una doctrina dogmática establecida por una Curia eclesiástica de estructura jerárquica sino al hecho que ya conocéis de la "Christificación". Esto es, el despertar, primero, al Eterno Durmiente que mora en nuestros corazones, el niño Dios en el pesebre o el capullo de la Rosa del Corazón.


Eso solo lo puede realizar, por propia iniciativa, una Personalidad arrepentida, es decir el Pecador. A partir de entonces es cuando se produce el Sacrificio en el que la Personalidad se entrega en Cuerpo y Alma en alimentar a ese Recién Nacido, para una vez sentado en el Trono del Corazón, de las Emociones, permitirle subir al Trono de la Cabeza, de la Mente y donde, de forma definitiva, la Personalidad sea asimilada por Cristo y por lo tanto, salvada esa Alma que de mortal se transforma en Inmortal.


Y discúlpadnos que os diga, hermanos y hermanas, eso no se produce en un instante de conversión hipnótica, aceptando mentalmente, la Salvación de Cristo sino que se trata de un proceso, más o menos prolongado, que los Rosacruces, Gnósticos y Primitivos Cristianos siempre han conocido como "Cristificación" y que no es otra cosa que el "Proceso de Salvación" completo.


Aralba R+C