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"El, y los cristianismos"
-Hemos, y seguimos viviendo engañados-
Muchos en éste País, España, creen que el Cristianismo es un monopolio de la Iglesia Católica; pero no cuentan con que la Iglesia Ortodoxa, de Oriente, tiene la misma edad; de hecho, si nos ponemos a indagar encontramos que cuando nace la primera Iglesia Ortodoxa, la Iglesia Católica aún no existía. Digamos que, como una unidad, ambas nacieron al mismo tiempo y terminaron dividiéndose el (16/07/1054) en el denominado como Cisma de Occidente, sustituyendo a los emperadores del Imperio Romano, cuando los imperios Bizantino y Romano colapsaron.
En el caso de Constantinopla, fueron los Zares (Césares) Iván el Terrible (1547-1584) quienes tomaron, mucho tiempo después, su lugar y, por dicha causa, no existe una Autoridad suprema como el Papa de Roma en la zona Occidental ocupada por los pueblos bárbaros. El primero podría considerarse que fue el propio Constantino el Grande, dado que fuera quien convocó el Concilio de Nicea en el 325 D.C.; siendo en 476 D.C, tras la Caída del Imperio Romano de Occidente que nace el Catolicismo y el primer Papa, el Obispo, primado, sustituto del Emperador romano que toma sobre si tanto el Poder Político como el Religioso.
Pues bien, ni aun así, las iglesias Ortodoxa y Romana poseen la exclusividad del Cristianismo, pues éste habría sido creado, como tal, entre los siglos segundo y cuarto después de la "muerte de Jesús de Nazaret" y, tras la Reforma Protestante, en el Siglo XVI, el cristianismo se atomizó hasta constituir el complicado puzzle, denominacional y doctrinal, que tenemos hoy.
Pero, antes del Cristianismo ¿Que había?, o ¿surgió por arte de birlibirloque? El, o, más bien, los cristianismos surgen como una extraña síntesis entre el judaísmo de la Torah Judía y la cultura neoplatónico-pitagórica de la Grecia Clásica; de hecho, antes del Cristianismo, tal y como hoy, más o menos, lo conocemos existía una heterodoxa corriente gnóstica, dentro de la cual surgieron los evangelios y gran parte del resto de libros del Nuevo Testamento, también las epístolas de Pablo. Por lo tanto, podemos afirmar, sin riesgo a equivocarnos que el Cristianismo Primitivo o protocristianismo era, fundamentalmente, gnóstico, helénico, egipcio y basado en el Dios único y desconocido, sin rostro, del Panteón griego.
No existe historiador sensato que pueda afirmar con rotundidad acerca de la existencia histórica de Jesús de Nazaret; pero es evidente que los evangelios están inspirados en un Personaje, llámese Jesús, Apolonio o como quiera que se llamará. Lo que sí queda claro es que, independientemente de su existencia física o no, el Cristianismo predica la Doctrina o Filosofía del Amor. Algunos autores contemporáneos ven al Cristianismo Primitivo como una Filosofía Occidental semejante al Budismo de Oriente.
Que la Palabra de los evangelios está inspirada por Dios; de eso creemos que no existe alguna duda, del mismo modo que mucha literatura, vamos a llamarla profana, también está inspirada en autores verdaderamente iluminados por el Espíritu Santo. Otra cosa es que esa Palabra de Sabiduría fuera recopilada para otra función diferente a la original que era transmitir la Sabiduría del Amor y de la Iluminación y, por ende, de la Salvación del Alma preservada para la inmortalidad.
Es ya, en la Época de Constantino, cuando el Imperio Romano se encontraba en clara decadencia, que el Emperador entiende que el panteón politeísta heredado de los griegos y aumentado con los dioses de los pueblos conquistados, era parte de la atomización del Imperio y pensó que centrándose en una sola divinidad, podría frenar el deterioro sin freno al que se encontraba abocado.
Había un problema pues el Dios Cristiano de los gnósticos era un Dios interior y nada imperial, fogoso y dado a la guerra y a la conquista. Por lo tanto, los evangelios y cartas de Pablo, entre otros documentos cristianos, todos ellos antibelicistas, fueron acompañados por la Torah Judía. Parece mentira el dolor de cabeza que una provincia insignificante, como Judéa, le había provocado a Roma. Tal y como estaban acostumbrados, por Tradición, asimilaron a Jehová el Dios judío y lo convirtieron en el Dios Padre del Personaje divino, semejante a Hércules, que representaba Jesús de Nazaret.
Así parece que los evangelios son una suerte de mezcolanza entre realidad y ficción, entre historia y mito. Por lo tanto, la considerada como Biblia Cristiana, a partir de la unificación de la Torah Judía, con una pequeña parte de los libros gnósticos, el resto quedarían apartados como apócrifos, ofrece un Culto simultáneo a dos dioses completamente diferentes entre sí. Un Dios conquistador, celoso, vengativo, intransigente, sanguinario e iracundo del Pueblo de Judá, muy identificado con el Saturno romano, junto a un Dios Justo, de Amor y amante de la Libertad de sus criaturas y que era el Cristo Interno que predicara Jesús de Nazaret, muy del estilo del Dios Júpiter. Ésta es la causa de que los lectores primerizos de la Biblia no terminan de comprender cómo pueden convivir, en un mismo Ser, características tan contradictorias y divergentes.
En realidad, la Biblia verdaderamente cristiana no está completa aún. No se ha encuadernado todavía; en tanto que, debiéndose excluir los libros del Antiguo Testamento, como no puede ser de otro modo, habría, por el contrario, que incluir la mayoría de los libros gnósticos, especialmente los herméticos egipcios y que en su día fueron excluidos con el fin de ofrecer algún tipo de coherencia a lo incoherente.
En la inmensa mayoría de los evangelios gnósticos, no se relaciona a Jehová con el Dios Padre, el Pleroma Gnóstico, sino con un Arconte de altísima jerarquía conocido como el Gran Presuntuoso, Authades. Una Entidad creada para servir a la Creación; pero que se fue transformando en el tirano que podemos ver reflejado en las Sagradas Escrituras.
Eso sucedió en el pasado; pero hoy las cosas no son mejores, en tanto que la Iglesia Oficial y que dominó un amplio periodo de la Historia humana, persiguió hasta su casi total exterminio a los gnósticos originales y a los que calificó como herejes dignos de ser quemados en la hoguera.
Ya, no existiendo testigos de una época pasada, ciertos cristianos pertenecientes a la única Iglesia oficial de Occidente, como Huss, Calvino o Lutero, entre muchos otros, comenzaron a poner en duda algunas doctrinas de la Iglesia y que no parecían fundamentarse en los libros sagrados de la Biblia.
Cuando el Protestantismo se separa de la Iglesia de Roma, éste se queda con la Biblia como fuente de su Doctrina, eliminando todo aquello, perteneciente al Catecismo Católico, que no estuviese reflejado en las Sagradas Escrituras.
En ningún momento, los reformadores se plantearon si en la Biblia había algo que sobrara, que no fuese sagrado. Eso para ellos era impensable y asumieron las incoherencias propias del Dios Judío Jehová, el Authades de los gnósticos, como Dogmas y sagrados Misterios de la Fe.
Así, hoy en día, todas las denominaciones cristianas están contaminadas por ese Pecado Original de los denominados como Padres de la Iglesia, los recopiladores, y que conformaron el canon de los libros que contiene la Biblia y que han llegado hasta nosotros. Así tenemos un relato donde dos dioses completamente diferenciados se van turnando como si se tratara de una única Entidad esquizoide, que en un instante ofreciera su cara buena y amable y al siguiente otra completamente diferente, antipática, terrorífica y cruel. Incluyéndose, en el Génesis, incluso dos creaciones completamente diferentes y unificadas como una sola.
Bien, lo importante del mensaje Cristiano, no es su Historia, entre real e inventada, sino su mensaje iluminador de Sabiduría y Salvación. La existencia en el interior de todos nosotros de una Entidad única e indivisible denominada Cristo, el cual es el único que puede transformar nuestras vidas, con Amor, y salvaguardar el contenido de nuestras almas tras el temporal proceso de la Muerte.
Existe un verdadero Cristianismo; pero vive encerrado y oculto dentro de los múltiples cristianismos que hoy existen. Todos ellos poseen algo de la Gnósis original; pero todos, absolutamente todos, se desvían de la idea filosófica original. Así, es posible que muchos autores e historiadores encuentren significantes parecidos entre una parte del Cristianismo y el Pensamiento de Buda. Eso demostraría que lo importante no es el Culto a la Personalidad de algún Personaje, ya sea histórico o mítico. Llámense Jesús, Simón o Apolonio de Tiana. Lo importante es el Mensaje y no el mensajero. También es importante que sepamos discernir, dentro de las sagradas Escrituras actuales, cuándo se relatan acontecimientos referidos al Gran Presuntuoso, Authades y cuando a Cristo, el verdadero y único Dios de los cristianos y que mora en toda la Creación y, no seccionado y dividido como algunos pudieran creer, sino como una totalidad que vive, como un reflejo de la Unidad, en toda la Creación.
Jehová, pese a quien le pese, es Authades, el Gran Presuntuoso e impostor que se hace pasar por el Gran Demiurgo Creador. Un Demiurgo que, tal y como fuese en un principio, ya no existe sino que vive durmiente, en un eterno séptimo día de descanso, dentro de sus criaturas. Cuando ese Demiurgo es despertado en el Corazón de los seres conscientes ya no tenemos al Demiurgo que realizara la Creación sino a Cristo, quien está premeditado que sea, en el final de los tiempos, la restauración del Demiurgo Original con el nombre de El Hombre Nuevo, el Adam Kadmón de la Cabala, el Hijo de Sophia resucitado.
Aralba R+C