sábado, 9 de abril de 2022

Lección 71, Octavo Grado, Tercera Orden

 "Cristo y los profetas"


-Todo Humano puede ser Profeta; pero solo los elegidos acunan a Cristo en su interior-


Es un error muy común, debido a los dogmas teológicos, confundir la Figura supuestamente Humana de Jesús de Nazaret con la Entidad espiritual de Cristo, en tanto que en algunos escritos del Nuevo Testamento se unifican ambos nombres en uno solo, el de "Jesucristo". Y ésto, Queridos Amigos, oculta un supuesto secreto, sin embargo, desvelado y ampliamente divulgado.


No es que se trate de dos personas diferentes Jesús y Cristo, ni siquiera se trata de dos formas de denominar a una misma Persona, Jesús o Cristo y, tampoco se trata de un Ser Cristo que parasite a una Persona llamada Jesús. 


Jesús, de haber existido con tal nombre y que para nosotros es absolutamente irrelevante, su existencia o no, es la representación de todos los seres humanos; es decir, de todas sus personalidades. Digamos que, de algún modo, todos somos Jesús en tanto que personalidades y los evangelios nos muestran a Jesús como el ejemplo de cada una de nuestras vidas en la Tierra, mostrándonos cual debe de ser nuestro Destino ¿Cual?, ¡Convertirnos en Cristo! y, así, poder llegar a ser llamados, en verdad, Cristianos.


En tanto que meros nombres; es decir, personalidades, somos meros hijos de Jehová (es lo que significa Jesús). En tanto que moramos en éste Mundo, tenemos un cuerpo constituido con células de éste Mundo, nacemos y morimos de forma predeterminada por las leyes de éste Mundo, no nos queda más remedio que aceptar que nosotros, en tanto que Jesús, en tanto que Personalidad creada por y para éste Mundo, somos hijos de Jehová. 


Jehová hemos visto que es la representación gráfica del punto más alto de la pirámide que constituye la Jerarquía arcóntica y que aparece como ese ojo enmarcado, dentro del triángulo, que todo lo ve. En realidad, Jehová es la representación virtual y programada del propio programador, el Demiurgo y es por ello que los gnósticos lo denominan como el Gran Usurpador, el Gran Presuntuoso o Authades.


Pero todo Jesús; es decir, toda Personalidad constituida con material de los arcontes, también posee en su interior, a buen recaudo, una semillita divina que pertenece al verdadero Gran Arquitecto del Universo, al Demiurgo, a ese Ser Divino que sacrificó su integridad espiritual para que todas y cada una de sus criaturas, traídas del Mundo de las Ideas, cobraran vida y el Teatro de la Vida pudiera comenzar a andar. 


Ese cachito de Dios, nuestra Alma Inmortal, es Cristo. Al principio un simple huevo cósmico, una semilla sin germinar, después un recién nacido al que Jesús; es decir nosotros en tanto que Personalidad, deberemos de proteger y alimentar hasta que tome el control total de nuestra vida. Hasta que ese momento final no llegue podemos hablar que Jesús ya no es más Jesús sino Jesucristo y así será hasta el final y veréis por qué.


Jesús, el Profeta Humano, que ha despertado a la Gnósis, alimenta a Cristo, de forma literal, con su propio Cuerpo, su propia esencia y cuando el proceso está finalizado pareciera no quedar ya nada de ese Hijo de Jehová; pero resulta que Jesús, tras su consciente y de propia voluntad sacrificio, y ser fagocitando por Cristo, no solo no ha muerto sino que vive en Cristo y lo que sin Cristo habría resultado una vida Mortal ahora se ha transformado en otra Inmortal. Así tenemos que el mortal Jesús, Hijo de Jehová, ahora se ha transformado en Inmortal de la mano de Cristo su salvador.


Por otro lado Jesús, en tanto que Personalidad, era una individualidad; pero al convertirse en Jesucristo, se ha transformado en una colectividad. Esa Colectividad es lo que se conoce como la Iglesia de Cristo. Cristo sigue siendo el Ungido, el Elegido y unigénito hijo consustancial con Dios, el verdadero Demiurgo constructor del Universo original y no el Jehová padre del Cuerpo de Jesús, de la Personalidad. 


Ahora, Cristo y Jesucristo son una misma cosa en tanto que Cristo es una Unidad no individual y ahora contiene, en su interior, a todos los hijos de Jehová que quisieron aceptarlo como su Salvador; es decir, lo descubrieron en su interior, lo acunaron en su corazón y lo alimentaron con su carne, sangre y experiencia del Mundo.


Cristo no es, en modo alguno, algo aparte de Dios, es Dios. Se trata de su sello, de ahí lo de ungido y mesías, llevándolo todos en nuestro interior; pero encapsulado dentro de esa semilla o espíritu simiente que, una vez abierta y dejada crecer, nos convierte en Jesucristo cuando aceptamos el proceso de cristificación que lleva a la definitiva transfiguración o unión de nuestra Jehovistica individualidad en la Crística colectividad del Pleroma, la verdadera Iglesia de Cristo, de Dios nuestro Señor.


Por lo tanto, en modo alguno el Hombre, en su naturaleza humana como Jesús; es decir, Hijo de Jehová, no es de facto un Dios en formación. En absoluto; pero cuando ese Jesús, esa personalidad, acepta a Cristo en su Corazón; es entoces, cuando puede pasar de ser denominado como Hijo del Hombre a Hijo de Dios.


Por supuesto, todo procede del Creador, incluso el Universo, los programados arcontes y el Gran Presuntuoso Jehová; pero solo pueden ostentar la Nobleza de ser considerados como hijos de Dios aquellos que han pasado por el bautismo de fuego del Espítu Santo y que los rosacruces conocen como Cristificación. Solo tras la transfiguración, el hombre se transforma en algo tan puro y sublime como para acceder a los planos espirituales donde moran los eones y el mismo Pleroma.


Ciertamente Cristo viene de serie, como un átomo chispa de espíritu, en todos nosotros; ahora bien, eso no significa que todas las personalidades, todos los Jesús (Hijos de Jehová), hayan de convertirse en Jesucristo y ahí es donde entra el libre albedrío de la Personalidad para escoger su Destino. Ser dueña de su propio destino hasta su final desaparición o poner su vida en manos de Cristo, su Ser Interno, con el fin de ser preservado para toda la eternidad.


Y tú, ¿Que estás haciendo con tu vida?


Aralba R+C