viernes, 23 de septiembre de 2022

Lección 120, Octavo Grado, Tercera Orden

 "Si seguimos empecinados en la muerte del ego, tenemos un problema"


-Si el ego muere, la vida vuela, se disipa-


Cada muy poco debemos de tratar éste controvertido Tema producto de un mal entendimiento de la estructura holística del Ser Humano.


Necesito que vean al yo, al ego, la Personalidad como una herramienta de carpintería; no sé un serrucho o una gubia o formón. Todas las herramientas son útiles, muchas veces imprescindibles, para que el artesano pueda desarrollar su trabajo.


A ningún ebanista, carpintero fino, se le ocurre desechar sus serruchos y formones cuando han perdido su filo, simplemente dedica una parte de su tiempo en afiliarlos para que puedan volver a ser utilizados con eficiencia.


Pero el ego, el yo, la personalidad es mucho más que la herramienta, es el objeto mismo sobre el que el artesano está actuando. Es el Pinocho de Gepetto, en madera, antes de ser transformado en un niño de carne y huesos, el Pinocho Nuevo. ¿Que habría pasado con Pinocho si a Gepetto le hubiese dado por quemar al Pinocho de madera?, Pues que no se hubiese podido realizar, con posterioridad, la transformación de nacer de nuevo, del nuevo nacimiento del Pinocho Humano.


La destrucción del ego es una interpretación inexacta de la Sabiduría tradicional de Oriente.


Lo hemos dicho muchas veces; pero no nos importa volver a repetirlo las veces que haga falta: Si quisiéramos destruir o matar al ego, ¿Quien podría tomar dicha decisión? Tranquilos, por mucho que miren en diversos lugares, solo hay uno que puede conseguir dicho cometido. ¡Exacto!, el propio ego. Es que no hay otro; luego estaríamos hablando de una suerte de suicidio; pero, en realidad se trata de algo muy distinto a la "Endura" o autosacrificio planificado y estructurado. Nada de algo visceral o tirarse, sin miramientos, del Empire State.


El ego, la Personalidad, es lo único que poseemos para desarrollar el proceso Rosacruz de la Cristificación y que nos conduzca al Nuevo Nacimiento. 


Si, como personalidad, nos suicidamos estaremos impidiendo que el proceso pueda llegar a completarse. El autosacrificio o "Endura" del que hablamos es algo muy progresivo con el fin de, en el proceso, ir dejando sitio a ese recién nacido que es el capullo de rosa, la crisálida de Cristo, en nuestro corazón.


Pablo decía "Cuando él "Cristo" crece en mí, "yo", la personalidad, menguo"


Solo cuando el proceso del Nuevo Nacimiento, la Cristificación, finaliza con la Transfiguración; es decir, cuando Cristo es completamente soberano de nuestra Vida, es que la Personalidad, el vestigio del yo que aún quedara, se esfuma, desaparece; pero ese desvanecerse, desaparecer o morir es, meramente, a efectos físico y material; en tanto que su esencia, habiendo sido asimilada por el Nuevo Ser, permanece intacta tanto en consciencia como en memoria; pero ahora, eso sí, cristificadas. Porque es en eso, en lo que consiste el Proceso de Cristificación.


Por lo tanto, si el ego es una herramienta o instrumento imprescindible, hasta el final del proceso, para desarrollar el proceso de Cristificación que desemboque en el Nuevo Nacimiento de la Transfiguración, es ilógico pensar que la propia personalidad podría prescindir de sí misma para completar el proceso.


El ego, el yo, la personalidad es, por decir así, el andamiaje de la construcción de un Templo. Sí el andamiaje se elimina antes de tiempo, la Obra no podrá completarse. El andamiaje se retira, siempre tras finalizarse las obras de fachada e interior, nunca antes. Y ahora sí, terminado el proceso, ya tenemos a alguien que puede retirar el viejo andamiaje, el Hombre Nuevo, el Ser Divino resultante del procedimiento completo.


Espero que con ésta reflexión quede claro que la muerte prematura del ego no es opción de nada constructivo. La destrucción del ego es un suicidio, no es una "Endura", digámoslo así, improductivo.


El proceso es bien sencillo: Tras florecer el capullo de rosa, el comienzo del nuevo nacimiento, esta flor hay que regarla y alimentarla y eso lo realiza el yo a modo de mayordomo; pero ¿Con qué la alimenta?, Con su propia sangre, su propia consciencia y sus propios recuerdos; es decir, con su propia alma o esencia vital. Llega un punto en que la Flor, el Nuevo Ser, está suficientemente madura y el ego coloca a la Rosa en el trono del Corazón para que guíe sus emociones; pero mientras tanto, Cristo va creciendo a costa de ir menguando el yo; es decir, el Ser Divino se alimenta de lo que va quedando del yo, hasta que, por último, el yo cede el trono de la Cabeza, de la Mente, a Cristo y éste toma posesión soberana de la totalidad del Ser. Realizado éste último acto de la transfiguración, ya no queda nada del ego pues éste, en el proceso, habrá sido fagocitado; literalmente comido.


Aralba R+C