lunes, 22 de agosto de 2022

Lección 108, Octavo Grado, Tercera Orden

 "Jesús, Cristo y Jesucristo, no son lo que se cree"


-El Cristo del Cristianismo moderno no es lo mismo que el Cristo de la Gnósis antigua"


Hablamos de Cristianismo moderno a partir del contructo de parte de los "Padres de la Iglesia" que fuera impulsado por el Emperador Constantino el Grande con la intención de crear una Religión monoteísta con la que controlar y manipular, mejor, la consciencia de los ciudadanos romanos; en tanto que el Politeísmo, por su imparable crecimiento de deidades, se había convertido en inoperante.


El Cristianismo Moderno nace con la Iglesia romana de "Pedro" y continua en nuestros días, también, en las iglesias reformadas; en tanto que mantienen mitos procedentes de las tres religiones sincretizadas en su seno: el Judaísmo, el Mitraísmo y la Gnósis Cristiana. Las iglesias reformadas se diferencian de la Iglesia Madre en cuestiones doctrinales de no demasiada trascendencia como la post virginidad de María, los hermanos de sangre de Jesús, el bautismo de los infantes, la intermediación, ante Dios, de los santos y de la Madre de Jesús, así como la transustanciación del Cuerpo de Cristo en la Hostia Consagrada.


El Cristianismo parte del Mitraismo, intentando convertir en Universal una Religión que estaba limitada a la élite militar; pero ese origen marcial se verifica en la infinidad de campañas militares efectuadas, por la Iglesia, contra herejes e infieles. Por eso es una Iglesia Petrina, en tanto que Pedro sacó la espada, en contra de los deseos de Jesús su Maestro, para defenderlo cuando éste fue arrestado por los soldados romanos. Muchas de las iglesias reformadas intentan desvincularse de Pedro, tomando como referencia a Juan, el Discípulo más amado de Jesús; pero siguen siendo iglesias petristas, en tanto que mantienen su vinculación con el Estado y bendicen determinadas campañas militares. Para hacer honor a la verdad, ciertas iglesias modernas reformadas repudian el militarismo como los anabaptistas y los adventistas del séptimo día.


Visto que las diferencias entre la Iglesia madre y las iglesias reformadas modernas son circunstanciales, excasas y de poco calado, ciñéndose como mucho a la escenificación ritual y a la muestra o no de símbolos religiosos; pero todas ellas tienen en común que son religiones con sus dogmas y doctrinas perfectamente establecidas en sus respectivos catecismos.


Sin embargo, sí que existe una diferencia sustancial entre la filosofía cristiana antigua y las modernas religiones cristianas de la actualidad y ese es el verdadero significado de Cristo, el Ungido, el Mesías, el Eterno dormido que debe de despertar; eso desde el punto de vista gnóstico y, por supuesto, de la Rosacruz, al menos de nuestro Colegio Invisible de la Rosacruz.


Para la Religión Cristiana, Jesús, Cristo y Jesucristo son sinónimos de una Persona que es Hombre y Dios, el unigénito Hijo de Jehová, Dios el Señor. Efectivamente, el Nombre de Jesús significa "Hijo de Yaveh (Jehovah)" y Cristo significa el Mesías, el Enviado o el Ungido. Según la Tradición, se unía a los futuros reyes. El problema es que la Religión Cristiana de los Padres de la Iglesia toma el Evangelio al pie de la letra y donde ven a Jesús también ven a Cristo o Jesucristo; es decir, un Personaje muy especial que es el Hijo de un Dios superpoderosas, Jehová, y que es al mismo tiempo Hombre y Dios, diferenciándose sustancialmente del resto de seres humanos que, como mucho, seríamos cosas útiles o inútiles; es decir, dignos de ser rescatado y salvados o desechados para sufrir, por una eternidad, en un sulfuroso Infierno.


Según la Gnósis, Jesús, independientemente de su identidad como el Rabino judío, Jesús de Nazaret, o el Filósofo pitagórico, Apolonio de Tiana, es más una representación alegórica del Ser Humano que un Individuo Concreto. Éste Jesús, es el Hijo del Hombre constituido de un Cuerpo material y una Mente y Personalidad inmateriales. Cristo, sin embargo, es el Hijo de Dios, en el sentido de que es una célula holistica del propio Pleroma; es decir, en el imposible caso de que el Pleroma desapareciera, podría reconstruirse, en su totalidad, por una única de esas células crísticas. El Pleroma se encuentra plenamente en Cristo y Cristo es el Pleroma en todas las partículas que constituyen el Universo. Metafóricamente, Cristo, como el Demiurgo dormitando en su séptimo día de descanso, se encuentra descansando en una suerte de capullo de rosa en lo más profundo del Ser Humano, metafóricamente en su Corazón, en su ventrículo izquierdo.


Según la Gnósis, Cristo vive latente en todos nosotros pero solo cuando el Ser Divino despierta y toma el control de su vehículo de manifestación, es que el Hombre se convierte, de facto, en un Hijo de Dios; dicho de otro modo en un Jesus-Cristo, en tanto que Jesús Hombre Personalidad y Cristo Alma y Espíritu Divino.


Por lo tanto, mientras que, para las religiones cristianas modernas Jesucristo es un Dios externo a semejanza de Ala, Jehová o los otros dioses politeístas al que hay que honrrar, adorar y servir pleitesía, para los gnósticos, Jesús, en tanto que hijo de, o tutoriado por Jehová "El Gran Presuntuoso", es carne corrupta e hijo del Mundo, que puede ser rescatado y divinizado si despierta dentro de sí, esa semilla o átomo simiente de Dios "El Pleroma", que vive dentro de sí. Es Jesús, el Hombre hijo del Hombre, el que mediante Cristo, la Semilla Divina, que se transforma en Jesus-Cristo, el Hijo del falso Demiurgo convertido, por la Fe en Cristo, en Hijo de Dios. Cuando se habla de Cristo como el Unigénito de Dios, lo que se está intentando transmitir es que entre Cristo y el Pleroma no hay diferencia alguna. Ambos son el único y verdadero Dios, el Uno, el Todo. Cuando seamos capaces de ver las cosas como partículas no separadas de una misma Cosa, nos encontraremos en el camino de la comprensión correcta.


Así, la moderna Religión Cristiana, creada por encargo de Constantino, los conocidos como Padres de la Iglesia, nos ofrece un conjunto de mitos que no son otra cosa que alegorías convertidas en verdades literarias. No es la primera vez que lo decimos: independientemente de la existencia de un Jesús o un Apolonio, lo que salva es la Fe en Cristo; es decir, hacernos conscientes de Dios que vive en nosotros. Es estúpido seguir creyendo que creer en un determinado y específico individuo de carne y huesos puede salvar a nadie.


Debemos abandonar los belenes y figuras externas que representan a Jesús, Cristo o Jesucristo y mirar hacia nuestro más profundo interior para reencontrarnos con Cristo, nuestro Maestro Interior, Dios. Cuando nosotros, como Personalidades, lo despertemos y le ofrezcamos las llaves de nuestra Vida para que Él tome el control, es que el Hijo del Hombre, Jesús, habrá pasado a convertirse en el Hijo de Dios, Jesucristo.


Aralba R+C