jueves, 23 de junio de 2022

Lección 99, Octavo Grado, Tercera Orden

 "El Amor, esa rara Avis"


Quizá sea la palabra Amor la que más ríos de tinta haya echo correr durante la Historia reciente; pero también se trata de la más manida, mal usada e incomprendida de todas.


Se habla de Amor químico, sexual y romántico. Amor fraternal y paternofilial. De amor platónico y literario; pero, como iremos viendo, no se acercan, por mucho, tales denominaciones, a lo que es el verdadero Amor. Todo lo anterior son apegos y deseos frutos del ego.


El Amor no deja de ser un mero concepto para definir qué cosa es Dios: Dios es Amor y si esto es así, todo el Universo está bañado en Amor:


"Y nosotros hemos conocido y creído el Amor que Dios tiene para con nosotros. "Dios es Amor"; y el que permanece en el Amor, permanece en Dios, y Dios en él."

(Juan 4:16)


Dijimos, en reflexiones anteriores, que la Fe es consecuencia de la Esperanza que nos ofrece la Intuición. Pues bien, el Amor es consecuencia de la Fe; el Amor es esa bondad y buenas obras, esa caridad que acompaña a la verdadera Fe y que hace que la Fe no sea muerta, inútil, valdía. El Amor, en tanto que esencia de Dios, también es el producto de tener Fe; es decir, de haber alcanzado la Gnósis, el Conocimiento de lo divino.


Recuerden que tener Fe no es un mero Creer; sino algo bastante más complejo. Pues así sucede, lo mismo con el Amor, en tanto que el Amor lo permea todo y está en todo. Desde la Fuerza de la Gravedad y el resto de fuerzas de la Física, hasta esas cosas que hemos denominado como Amor sin realmente serlo. Solo Dios puede amar plenamente, desde el mundo cuántico hasta el Cósmico; por supuesto también a toda su Creación:


"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquél que cree en El (tenga Fe), no se pierda, sino que tenga vida eterna."

(Juan 3:16)


Bien, aún no siendo una entelequia, eso del Amor, es complicado de explicar en tanto que se encuentra en todas partes; pero no podemos verlo, o mejor dicho, estamos adoctrinados para no verlo en tanto que se trata de una utopía. Sin duda alguna, nos encontramos en el Mundo para reconocer el Amor y aprender a Amar. Poco mérito tendría amar a quienes nos protegen y nos procuran alimento. Hay que aprender a amar, amando a quienes nos desprecian, nos hacen daño y nos caen mal. Solo cuando se aprenda a amar, en tales circunstancias, nos encontraremos en la Vía correcta; pero repito, no se podrá amar si primero no se tiene Fe; es decir, que el Maestro Interior ya no actúe, a través nuestra, mediante la mera intuición de la Esperanza sino que su interación con la Personalidad ya sea mucho mayor:


"Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis Amor los unos con los otros.

(Juan 13:34-35)


Así tenemos, en la Nueva Dispensación que supuso el nacimiento de Jesús de Nazaret, que algo nuevo se le entrega a la Humanidad occidental, dado que, con anterioridad, había estado sujeta a la férrea y gélida mano de la Justicia. A partir de Jesús, todos los demás mandamientos pasan a un segundo plano; quedando el Fruto de la Fe, la Caridad, como reina absoluta que alumbre el Camino de los hombres:


"Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.

(Mateo 22:36-40)


Jesús, mediante Christos, nos trajo la Doctrina del Amor con el fin de que deseemos tener Fe en Christos, Jesucristo, y así poder disfrutar de un fruto que solo se puede tomar si se ostenta una Naturaleza Divina; es decir, que haya nacido Christos en nuestros corazones. No, no se trata de que haya un tal Jesús (salvado por Jehová el gran usurpador del Demiurgo) y otra divinidad Christos, que procede directamente del Demiurgo; es decir, es el Demiurgo.


Jesucristo es el producto definitivo de haber pasado por el proceso de Christificación y haber alcanzado la Transfiguración. Antes de ésta, sí que podríamos hablar de una suerte de simbiosis entre dos seres de diferente naturaleza, Jesús como Hijo del Mundo y Christos como Dios; pero finalizado el proceso de transfiguración, ya no queda nada de la antigua naturaleza del Jesús humano sino que ya todo es Christos; pero conservando la consciencia, memoria y experiencias de Jesús; siendo por dicha causa que a la figura mítica de Jesús se la haya terminado por denominar como Jesucristo.


En todo Ser Humano existe un Cristo durmiente que debe de ser despertado para que el proceso de Christificación de comienzo. Así podríamos hablar de una Mariacristo, de un Gustavocristo o de una Magdalenacristo y de un Pedrocristo, poseyendo, cada uno de ellos, al comienzo, su propio ego o Personalidad y el Espíritu de Dios Christos y que no es otro que el mismo Uno, Yo Soy, en todos. No, no significa que haya un Cristo diferente en Jesús, Pedro, Gustavo, María o Magdalena sino que él está en todos y cada uno de nosotros, en tanto que la divinidad de Cristo, en tanto que Amor, permea a toda la Naturaleza.


"Y ahora permanecen la Fe, la Esperanza y el Amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el Amor"

(1a de Corintios 13:13)


Aralba R+C