domingo, 22 de mayo de 2022

Lección 85, Octavo Grado, Tercera Orden

 "La Christificación, el camino hacia la Transfiguración"


-Templo de Iniciación, la Tierra-


En un momento dado, abandonamos nuestro verdadero Hogar para embarcarnos en un Crucero Espacial de eones de duración. La Tierra es nuestro trasatlántico y el Cosmos su Océano.


Se trata de un mundo extraño que requiere cambiar de vestimenta cada poco tiempo; porque del mismo modo que debemos quitarnos la ropa para lavarla, así el Viajero Estelar cambia de cuerpo periódicamente debido al terrible poder oxidativo del Océano por donde circunnavega la Nave Tierra.


Hace tanto tiempo que comenzó el Viaje que ya nadie recuerda el Puerto de partida ni cuando se regresará al añorado Hogar tras que abandonemos el vasto Océano cagado de estrellas.


Dentro de nuestro Navío Estelar, la Tierra, se desarrollan una multitud de espectáculos dramáticos, la propia Vida con sus felicidades y amarguras; pero, en realidad, éste no es un Crucero al uso donde la finalidad principal sea divertirse, aterrorizarse o sentir placer. Se trata de un Viaje Iniciático que se realiza en varios grados. Esos nueve grados se identifican por los diferentes ropajes, cuerpos, que se van vistiendo durante la Travesía.


Los seres humanos consideramos que nosotros, como Ser, somos el Cuerpo y poco más; pero solo se trata de la escafandra, traje de buzo o espacial, necesario para poder vivir en éste extraño Mundo hostil para el Espíritu, el cual es nuestro verdadero Ser. 


Existió un proceso de iniciación, entrenamiento, para vestirnos con éste ropaje y embarcar en la nave sideral naciendo del cuerpo de las madres. Del mismo modo existe un proceso inverso para poder despojarnos, definitivamente, del ropaje que es el Cuerpo y regresar, en nuestro verdadero Ser, al Mundo Original que es nuestro verdadero Hogar; es decir acabar la travesía.


Ese proceso iniciático comienza con lo que denominamos como Nacimiento; es decir, en el mismo instante en que arribamos a éste Mundo en el seno de la madre y debería de finalizar tras el proceso de fallecer, que es la forma de salir; pero, al parecer, existe una anomalía gravitacional que, en general, impide que el Espíritu Humano pueda desprenderse al completo de su Cuerpo y queda atraído a una nueva encarnación del Espíritu en la Nave Estelar Tierra.


No obstante existe un proceso efectivo de iniciación que permite desprendernos de la anomalía gravitacional y así regresar, de forma definitiva, a nuestro verdadero Hogar. Ese proceso se conoce como Christificación y finaliza con la Transfiguración o Resurrección.


Seguro que muchos de vosotros sabe de qué va todo esto, pues esto lo hemos tratado en numerosas ocasiones. La Teoría del Proceso es de una extrema sencillez; pero llevarlo a la práctica y completarlo lleva toda la vida; y cuando decimos toda, es toda, desde la Cuna a la Tumba.


Algunas escuelas rosicrucianas, sobre todo las relacionadas, en su origen, con la Sociedad Teosófica, creen que existen pruebas de que la Transfiguración se puede conseguir en vida y ponen como prueba la figura legendaria del Conde de Saint Germain. 


Les tengo una mala noticia, dado que ésta Figura histórica, rodeada de mito y leyenda, pertenece a la leyenda y mitología de la Historia de la Rosacruz; pero en verdad, la mayor parte de las cosas que se cuentan, al respecto, solo son fantasía y verdades a medias, ¿Les suena de algo?.


Algunos pocos creen que Christificación e Iluminación son una misma cosa; pero nada más lejos de la realidad; en tanto que la Christificación es un proceso largo y gradual, en tanto que la iluminación es algo casi instantáneo y que pertenece a los primeros pasos del Proceso Chrístico.


Exacto, lo primero como podréis imaginar y que, curiosamente, dura toda la vida es la adquisición permanente de experiencia; pero cuando, en realidad, comenzamos a ser conscientes del Proceso de Christificación es cuando nos llega la iluminación gracias a un proceso madurativo de la Intuición. 


Somos iluminados cuando se nos hace evidente la Verdad, que esa añoranza que siempre tuvimos es debido a que éste Mundo no es nuestro Hogar de origen sino que andamos aquí de paso en busca de adquirir experiencias que no podríamos obtener en, o desde nuestro Hogar Celestial.


Somos iluminados en cuanto tomamos conciencia de que nos encontramos atrapados por los apegos, la Fuerza de Gravedad, a éste mundo y que somos prisioneros de un Cuerpo prestado y que, en el fondo, le pertenece al Mundo en el que nos estamos manifestando. Es como si fuésemos a la Sierra a esquiar y al llegar allí alquilamos toda la aparamenta, desde el traje, las botas y todo el equipo de esquíes y piolets. Evidentemente, acabada tan placentera jornada, deberemos devolver todo aquello que se nos había alquilado. 


Así el Cuerpo tangible y visible, compuesta su estructura de productos químicos y esencia de éste Mundo, no puede venir con nosotros al Hogar Celeste. Como Espíritu vinimos desnudos y, como espíritus, deberemos regresar del mismo modo; pero con una importante diferencia, dado que habremos logrado duplicar, de forma virtual, éste Cuerpo con material espiritual, no de éste Mundo, y así poder llevarlo con nosotros a nuestra Casa de origen.


Somos iluminados cuando conscientemente nos percatamos de que, en éste Proceso, estamos solos y que la única ayuda que podremos recibir es la Gnósis; es decir, el Conocimiento que vino con nosotros, como una de nuestras cualidades inherentes, desde nuestro Mundo de procedencia, la Plenitud del Todo; es decir Dios.


Somos iluminados cuando se nos desgarra de impotencia el Corazón, al conocer que nosotros, por nosotros mismos, como Ego o Personalidad, somos incapaces de regresar a un lugar del que, como Personalidad, somos ajenos. Ahora sí, la iluminación es plena, cuando somos conscientes de que nuestro yo, no es otra cosa que un instrumento del desconocido Yo verdadero, el Ser Espiritual, desconocido, que vive durmiendo, en forma de crisálida de capuyo de rosa, en nuestro, metafóricamente hablando, Corazón.


Una vez completado el Proceso, casi instantáneo de la Iluminación, procede el de la rendición voluntaria del ego o personalidad ante el verdadero Pasajero del Cuerpo, la Rosa del Corazón. Por decir así, es como si un Sistema de conducción automática pasara el pleno control al Pasajero Conductor. Este proceso es largo y no está libre de altibajos, en tanto que la lucha por el control, sobre todo de parte de la Personalidad, es inevitable, pues el peso de los deseos y apegos es muy grande y esa fuerza de gravedad debe de ser superada cargandonos de paciencia, actitud y voluntad. La Paciencia porque sabemos que esto no será una cosa de hoy para mañana. La Actitud porque debemos de estar completamente seguros de lo que vamos a realizar y, evidentemente, Voluntad, porque sin ella el Proceso se queda solo en eso, un mero deseo, en un querer pero no poder.


La siguiente parte del Proceso puede ser corta o larga; pero solo depende de las necesidades y querencias del Ser Interno, en tanto que habrá requerido un prolongado proceso de nacimiento, crecimiento, maduración y entronamiento de los cetros de Poder para llegar a controlar la vida de su vehículo de manifestación; es decir, de todos sus siete cuerpos; pero especialmente, los que nunca controló, en éste mundo, el estructural que es físico y químico, el emocional que es etéreo y energético y el mental que comparte tanto esencia del Plano Físico como del Espiritual. En esta parte del Proceso, el Ego se rinde plena e incondicionalmente al Nuevo Ser, entregándole el Poder; es decir, sus sistemas de control y decisión. A partir de aquí, como dice Pablo en sus escritos, el hombre viejo mengua mientras el nuevo crece alimentándose de la esencia del Hombre viejo que, al haber descubierto su nula importancia para el Futuro del Ser, se rinde de forma incondicional y, lo más importante, se sacrifica para que el Hombre nuevo pueda surgir.


La última parte del Proceso como la primera, la Iluminación, es básicamente instantánea en tanto que la Transfiguración no es otra cosa que el trasvase instantáneo de la esencia y contenidos del Alma material, constituida de materia de deseos, hacia el Alma espiritual constituida de, exactamente, la misma esencia etérica del Pleroma. Una vez que ese trasvase de experiencia y consciencia se ha completado, ya nada queda del Hombre Viejo y solo queda el Hombre Nuevo, eterno e Inmortal que ha adquirido las cualidades del Hombre que ha dejado de ser. Se puede decir que la Transfiguración o Resurrección se ha completado. El Hombre Nuevo ya no posee un cuerpo de materria corruptible y mortal sino que su nuevo vestido es eterno e inmortal como el Espíritu que nunca dejó de ser, aún encontrándose prisionero de un Cuerpo mortal y que había que intercambiar de tanto en tanto. La Cruz de madera cubierta de rosas se ha transformado en algo áureo, majestuoso y espiritual. La Rosa florecida en el Corazón ha transformado la Materia en Espíritu luminoso como el Oro.


Dijimos que el Proceso de Christificación es simple pero complejo al mismo tiempo, pues no basta con ser un Iluminado y ser consciente de los pasos a dar en el Proceso. Los magos negros también son iluminados; pero no han querido dar el paso para continuar con los siguientes pasos de la Christificación, en tanto que éste no es un proceso obligatorio sino que debe de comenzar por propia voluntad. Un gran amor por la Vida y todos los seres sintientes, así como una falta total de egoísmo son imprescindibles para que el Proceso de Christificación pueda prosperar.


También es necesario, en el Camino, librarse de falsas doctrinas, supersticiones y fanatismos, en tanto que son como fronteras o barreras que impiden que la Christificación fructifique.


El Iniciado en el Proceso Chrístico, que predica la Rosacruz, debe de ir, progresivamente, librándose de los apegos que lo atan a éste mundo hasta que termina, su Alma, pesando menos que una pluma de oca. 


El desprenderse de los deseos no significa deshacerse de la empatía por la situación y sufrimiento de nuestros semejantes sino el haberla elevado del Plano de los deseos al del Espíritu, donde solo ahí puede residir el Amor verdadero. Un Amor que lamentablemente, para ellos, los magos negros no pueden alcanzar, porque sí el Hombre Nuevo es lo mismo que el Noveno grado, "Mago", en la Rosacruz de Oro del Antiguo Sistema.


Así, la figura legendaria del Conde de Saint Germain es una entelequia imposible en nuestro mundo; pero una realidad verdadera en los planos del Espíritu. Es muy importante que todos entendamos el lugar que ocupa, en la narrativa, el símbolo, la metáfora y la analogía con el fin de no caer, de nuevo, en el dogmatismo encasillado de la ignorante superstición y ser conscientes de que el Proceso de Christificación es enteramente científico y alejado de las bellas; pero absurdas fantasías elucubradas, en su deseo e ignorancia, por la Personalidad.


Aralba R+C