martes, 20 de septiembre de 2022

Lección 119, Octavo Grado, Tercera Orden

 "El Sacerdocio Rosacruz"


-Del Orden de Aarón al de Melquisedec-


"Os di a beber leche, y no carne; porque aún no podíais digerirla, ni aún ahora podéis"

(1a de Corintios 3:2)


En la noche de los tiempos existía el sacerdocio de Melquisedec. Un sacerdocio eterno, la Comunión con el Pleroma, que el Ser Humano perdió tras el accidente que permitió el apresamiento del Alma Humana en ésta Prisión.


"Porque todo el que toma leche, no está acostumbrado a la palabra de justicia, porque es niño."

(Hebreos 5:13)


Como consecuencia y tras la pérdida de la conexión divina que suponía la unión directa del sacerdocio de Melquisedec, se instauró, de forma provisional, el sacerdocio Levítico de Aarón. 


Un Sacerdocio un tanto artificial que sustituye la voluntad consciente del Alma por la obediencia ciega a dogmas y doctrinas. Así el sacerdocio de Aarón se ha perpetuado desde que se perdió el recuerdo del sacerdocio de Melquisedec, hasta nuestros días. El sacerdocio de Aarón es el que se ha venido transmitiendo, hasta el presente, mediante las religiones existentes.


Éste Sacerdocio descafeinado, de Aarón, supone la interseción de un tercero entre Dios y los Hombres. En éste sentido, como dijimos, solo cabe el creer en lo que los sacerdotes externos nos transmiten de sus diferentes catecismos impresos, así como obedecer los dogmas de forma disciplinada y sin rechistar.


Éste Sacerdocio, el de Aarón, no deja de ser otra cosa que un sucedáneo, no efectivo, del verdadero sacerdocio de Melquisedec. Un Sacerdocio, en principio creado como recuerdo del verdadero y eterno sacerdocio del Hombre espiritual; pero que terminaría convirtiéndose en una arma psicológica para dominar a las multitudes mediante la prédica de supersticiosos dogmas de fe. 


El Sacerdocio de Aarón es como la leche que se le suministra a los niños para que sus organismos se vayan preparando para poder, con posterioridad, nutrirse con otras viandas de más enjundia, la carne. En realidad se trata de una preparación para el verdadero sacerdocio que se perdió y que, mediante la Iniciación, se ha de recuperar.


"Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme, que penetra hasta detrás del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho, según el orden de Melquisedec, sumo sacerdote para siempre."

(Hebreos 6:19-20)


El sacerdocio de Melquisedec es algo completamente diferente, en tanto que no requiere de la intermediación de terceros, ya sean sacerdotes, vírgenes o santos y donde el Supremo Sacerdote, Jesús, no se me asusten, es la misma Personalidad y donde el único posible intermediario entre Dios y el Hombre no es otro que Cristo, el Maestro Interno que mora en el Corazón.


Para retomar éste arcano sacerdocio que se perdió en la noche de los tiempos, lo primero que hay que hacer es tomar consciencia de que las creencias no sirven para nada, por el contrario estorban, y que hay que buscar el despertar del Ser Interno, que es nuestra única conexión con el Pleroma.


Así, tenemos que en éste nuevo sacerdocio, en realidad el único posible, nosotros mismos, como Personalidad, nos convertimos en sacerdotes responsables de colocar a Cristo como el monarca de nuestras vidas; en tanto que Cristo es la parte espiritual divina que mora en nosotros.


El Sacerdocio de Melquisedec no delega la responsabilidad en terceros sino que se asume como propia, tras un previo y necesario despertar. Así, la propia Personalidad, Jesús, convertida en el Sacerdote, se transforma en una pieza clave e imprescindible en el Camino de la Transfiguración.


El Sacerdote de Melquisedec, al contrario que el sacerdocio de Aarón, no requiere de distintivos externos como sotanas, túnicas o alzacuellos. Es un Sacerdocio que se lleva en la intimidad de uno mismo.


El verdadero Sacerdote tiene dos funciones principales. La Primera servir de mayordomo a Cristo con el fin de que pueda completarse el Nuevo Nacimiento que permita al Señor Dios tomar posesión de su Cuerpo y segundo, el predicar, de forma prudente y valiente la buena nueva de la Salvación mediante la interseción de Cristo.


Del mismo modo que el verdadero sacerdocio no requiere de parafernalias, tampoco necesita de templos cerrados de piedra y ladrillo, en tanto que el Templo, como la casa del caracol o de la tortuga viene con nosotros. Nuestro Cuerpo es el verdadero Templo, la Personalidad, Jesús, es el Sacerdote y Cristo, el Maestro Interno, el único intermediarios entre Dios y los hombres.


Una vez reconquistado el sacerdocio de Melquisedec y superado el de Aarón, podrá decirse que el Hombre ha recuperado su eterna comunión con Dios; es decir, que ha recuperado su Condición Divina.


Aralba R+C