"La importancia del Campo en el progreso espiritual"
-Se trata de una cuestión de egrégores-
Primero tenemos que aclarar que la utilización del término progreso en lugar del de evolución no es inocente, en tanto que el término evolución está ligado, de forma inexorable, al darwinismo y en el Mundo Espiritual, hablar de la Evolución de las Especies es que no tiene sentido alguno. Es por ello que preferimos la palabra Progreso que refleja más certeramente lo que estamos tratando, sin llevar a equívoco a nuestros lectores.
Un Egregor es una suerte de contaminación espiritual-etérica, más bien emocional, que impregna las estancias en las que se reúne un determinado número de personas. Así, está impregnación es mucho más palpable y persistente en lugares cerrados con paredes de piedra, ladrillos o concreto; de hecho, el adobe, la paja, el cañizo y los ladrillos son mucho menos permeables que la Piedra de granito, la cual retiene en su estructura cristalina, los efluvios etéricos e impide la fuga al exterior de la materia egregórica.
Los antiguos druidas de las tribus celtas conocían acerca de la naturaleza nociva de los egrégores y es por ello que sus ceremonias y rituales los realizaban al aire libre, en plena naturaleza; es decir, en el campo. En el Campo, a base de reunirse gente y repetirse determinados rituales, también se produce cierto grado de impregnación egregórica; pero ésta impregnación temporal es menos nociva, dependiendo del terreno, en tanto que los egrégores no quedan apresados en estructuras cristalinas o para electromagnéticas, en el caso del concreto que lleva varillas de acero entrelazadas y una amalgama de cemento, arena y piedra en extremo tupida.
Incluso los egrégores, vamos a denominarlos positivos, en tanto que han sido creados con pensamientos de amor y de bondad, con el tiempo terminan degenerando y transformándose en peligrosos para la naturaleza emocional y mental de los seres humanos.
Para entendernos, los egregores debemos de compararlos con una suerte de neblina invisible e intangible; pero que termina ocupando las estancias cerradas donde se han generado. Esa masa, vamos a denominarla así, invariablemente impregna a todas las personas que visitan la estancia, formando una suerte de película impermeable alrededor de las auras humanas. Esto impide que la radiación electromagnética procedente de los rayos cósmicos, que contienen el gatillo de la Gnósis, penetren en el interior del Organismo Humano, impidiendo o retrasando, así, el despertar consciente del Ser Interno.
Eso, ese impedimento, claro está, retrasa el Progreso Espiritual Humano y termina convirtiendo a quienes acuden, asiduamente, a tales lugares en ciegos y peligrosos fanáticos.
En las logias masónicas y rosicrucianas el techo de los templos se pintan imitando las figuras de la bóveda celeste cómo un recordatorio de cuando sus rituales se desarrollaban al aire libre, donde los egrégores poseían poca o nula capacidad de condensarse y persistir en el tiempo para terminar degenerando en efluvios perjudiciales. Al final, se ha mantenido, lo de pintar los techos para parecer el claro cielo nocturno, como una suerte de tradición sin mayores consecuencias; pero lo cierto es que, su verdadero significado se fue perdiendo con el transcurrir de las generaciones.
El que los seres humanos desprendemos egregores, materia etérica, es algo natural y consustancial con nuestra propia naturaleza emocional y espiritual; pero otra cosa es que, ignorantemente, interpretemos que los egrégores generados en el interior de los templos, debido a las oraciones, el pensamiento positivo y la meditación en el amor, van a permanecer siempre positivos y que no van a degenerar hasta convertirse en un problema grave.
Ciertamente existe una graduación importante en la nocividad de los egregores. No es lo mismo el Egregor que nace positivo en una reunión de Curación que aquel que se produce tras un ritual satánico o en una misa negra; pero, como dijimos, todos los egrégores terminan, con el tiempo, degenerando y si se encuentran enclaustrados en lugares cerrados que no permiten su disolución, en el aire del exterior, su materia etérica, se convierte en nociva tanto para la salud física como mental de los asistentes a dichas logias y templos.
La mejor forma de convertirse en permeable a la Fuerza Espiritual que proviene, en forma de neutrinos y rayos cósmicos, de los centros estelares, es desarrollar las ceremonias de noche al aire libre y si es posible cerca de un arroyo, riachuelo, o terrenos con aguas subterráneas en tanto que su fuerza telúrica, junto con el viento, dispersarán los egrégores por los cuatro vientos y hacia el ancho mar.
Para finalizar, no queremos olvidarnos de indicar lo nocivas que son las ciudades para el Progreso Espiritual, en tanto que sus construcciones, todas están sobrecargadas de egrégores cautivos que, con el tiempo, terminan interactuando entre sí y convirtiendo las ciudades en fuente contínua de maldad, degeneración etérica y enfermedades de todo tipo.
Aralba R+C